jueves, 25 de noviembre de 2010

Tarde rara: 500 metros, 30 minutos. Coincidencias

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Jueves, el cuarto día de la semana. El número cuatro es el número de la perfección, un número mágico. Los Beatles eran cuatro. El 29 de abril de 1993 era jueves y ese día nací yo.

Fotograma de la película 'Amèlie' 
Detalles, casualidades, sueños y pequeños y efímeros placeres.
Jueves, he salido a la fiesta de magisterio. Cuando he llegado al local ya se habían ido, y he decidido darme una vuelta sólo, ver escaparates, comer algo... Me han sucedido cuatro cosas raras consecutivamente: Primero, un señor mayor, alto y esbelto ha dicho una palabra rara al pasar por mi lado, me miraba a los ojos, no era castellano ni tampoco inglés. Me ha asustado un poco. He entrado a una papelería he comprado tinta china (¡Qué cara es!). Después, iba andando por la acera y una familia, que no conocía de nada me ha saludado, uno por uno. He entrado a un comercio chino, y una chica que trabaja allí, con unos marcados rasgos asiáticos, explicaba a una señora mayor que disponian de ese mismo producto en diferentes colores, los iba enumerando. Al llegar al marrón oscuro lo ha pronunciado así: ''...malón culo..''.

Todo ha ocurrido en un margen de 500 metros y 30 minutos. Después han ocurrido otras coincidencias menos relevantes, que carecen de interés.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Germinación: Café y fruta

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María coloca los cartones, va a dormir en ese banco. Se tumba, piensa, se tapa, piensa, se acomoda, piensa... piensa... piensa: Duerme.


Cae en el vacío, atraviesa la madera y el metal del banco, atraviesa el suelo. El azul, el verde, el amarillo, el rojo, los violetas, todos los colores desparecen a su vista. Flota en el un espacio indeterminado. No busca los colores, no se siente mal, sólo tranquila, a salvo de la realidad. Recupera su cuerpo, su cara de juventud.  Aquí ella es una diosa, una ninfa, hada,"geisha", musa para artistas, lo qué siempre fue. Aquí no se siente como una puta de camioneros. Libre de las necesidades del cuerpo, deja su mente. Sus hijos vienen a verla, los nueve. Aquí no importa de quién pudieran ser sus hijos, no importa, vienen los hijos vivos, los muertos. La quieren, se ríen, hablan. Lo pasan bien. Ahora María se eleva, su visión hace un fundido en negro y su sueño se desvanece.

-Despierta, María, soy yo.
María abre los ojos, vuelven los colores intentando consolarla sin éxito. Le habla un voluntario, sonriente, que le ha traído café y fruta. María deja ver su sonrisa y agradece con su mirada picarona mientras se seca las lágrimas.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Primera semilla: 'Cuestión de herencias'

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Me ha dicho su nombre, creo recordar que se llama María. Viste con una bata negra estampada en flores, le llega por debajo de las rodillas. Se abriga con una chaqueta vieja de pana, color ocre y cubre sus piernas con unos leotardos azules. En ellos, cerca de su sexo, guarda un monedero de mano. Ella es mayor, muy mayor. Me cuenta que vive de una pensión. Creo que miente, ha dedicado su vida a la prostitución. De joven hizo la calle, ahora vive en ella. Aún así me sonríe mientras recoge su corto pelo canosos en una coleta. Las arrugas se han ido enredando cada año un poco más en este rostro que una vez fue muy bello. Porta un carro de la compra del que asoman unos cartones. Nuestra conversación es animada y a pesar de su aspecto sucio huele muy bien. Al presentarme no me dio asco besarla. La gracia y el encanto de su habla reside en ese imperfecto acento andaluz y dice algunas palabras que no sabe usar muy bien. Antes la vi bailando frente a esa cafetería. Parece que se lleva bien con la gente del barrio. Me despido de ella y le robo estas palabras: "Las arrugas son hereditarias, yo las he heredado de mis hijos."